¿Alguna vez has reaccionado ante la crisis de tu hijo con un nivel de pánico o ira que te sorprende incluso a ti? Quizás no se trate solo del jugo derramado o de las quejas, sino de algo más profundo. Para muchos padres, el estrés de la vida diaria puede despertar viejas heridas, sobre todo si han vivido un trauma. Ser padres puede ser como intentar mantener la calma en medio de una tormenta, mientras arrastramos el mal tiempo de tormentas pasadas.
Si esto te suena familiar, no estás solo. Y lo más importante: hay apoyo. Una herramienta poderosa y compasiva a la que muchos padres recurren es la terapia EMDR. No solo ayuda a controlar los síntomas, sino que también ayuda a sanar. En esta publicación, exploraremos cómo funciona la EMDR, por qué es excepcionalmente efectiva para el trauma y cómo puede ayudarte a convertirte en el padre o la madre que deseas ser, no solo mentalmente, sino también en tu sistema nervioso.
¿Qué es la terapia EMDR? (Y por qué es diferente)
EMDR significa Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares, y aunque el nombre pueda parecer técnico, la experiencia es profundamente humana y sanadora. En esencia, EMDR es un tipo de terapia que ayuda a las personas a reprocesar recuerdos traumáticos o angustiosos para que ya no se sientan como si estuvieran ocurriendo en el presente. En lugar de quedarse atrapado en el círculo vicioso de la lucha, la huida o la parálisis, el cerebro es guiado suavemente para terminar la historia y finalmente archivarla como algo del pasado.
Lo que diferencia a EMDR de otras terapias de conversación es que no requiere que hables en detalle sobre tu trauma si no lo deseas. No tienes que recordar tus peores momentos una y otra vez. En cambio, con la ayuda de un terapeuta capacitado, enfocas esos recuerdos internamente —no solo la imagen, sino también las sensaciones corporales, los pensamientos, las emociones y las creencias relacionadas con ellos— mientras realizas una estimulación bilateral, a menudo mediante movimientos oculares guiados, golpecitos o sonido. Este proceso ayuda al cerebro a procesar lo que antes era abrumador de una manera que se siente más segura y contenida.
Piensa en el trauma como una astilla mental: está enterrada, duele y tu cuerpo sigue reaccionando a ella. La EMDR ayuda a retirar esa astilla con suavidad para que la sanación pueda comenzar de verdad. No olvidas lo sucedido, pero pierde su carga. Puede que aún recuerdes el evento, pero ya no te sientes secuestrado por el miedo, la vergüenza o el dolor que lo acompañan.
Para los padres, esta diferencia es crucial. La terapia tradicional puede ser útil, pero cuando se crían hijos con traumas sin procesar, a menudo se necesita algo que trabaje a nivel corporal y nervioso, no solo mental. La EMDR ayuda a cambiar esas reacciones automáticas, las que ocurren incluso antes de darse cuenta de lo que está sucediendo. Esto significa menos reacciones bruscas, menos bloqueos y más momentos en los que se puede responder con la calma y el cariño que se desea brindar a los hijos.
En resumen, la EMDR no solo te ayuda a comprender tu trauma. Te ayuda a superarlo, para que puedas vivir con mayor plenitud, tanto para ti como para tus hijos.
La influencia silenciosa del trauma en la crianza de los hijos
La mayoría de los padres no comienzan la crianza pensando: «Mi trauma influirá en la manera en que crío a mis hijos». Pero para muchos de nosotros, eso es exactamente lo que sucede, y a menudo de maneras que ni siquiera nos damos cuenta.
El trauma no siempre se manifiesta como flashbacks evidentes o ataques de pánico. A veces es más sutil: el nudo en el estómago cuando tu hijo llora, la tensión corporal ante los ruidos fuertes o la culpa que te invade después de perder los estribos por algo insignificante. No se trata solo de peculiaridades de personalidad o defectos como padre. Pueden ser ecos de experiencias pasadas, especialmente de aquellas en las que no te sentiste seguro, querido ni en control.
Para los padres que crecieron en un contexto de caos, abandono o abuso, el mero hecho de criar a un hijo puede despertar emociones abrumadoras. Es posible que reaccionen exageradamente ante nimiedades, se cierren ante un conflicto o les cueste tolerar los fuertes sentimientos de su hijo porque su sistema nervioso nunca aprendió a gestionar los suyos. Incluso los momentos positivos, como acurrucarse o ver a su hijo lograr algo, pueden despertar el dolor por lo que no obtuvieron.
Este es el costo oculto del trauma no procesado: puede influir en cómo vemos a nuestros hijos, cómo respondemos al estrés y cómo nos sentimos como padres. Y debido a su sigilo, muchos padres se culpan sin darse cuenta de que sus reacciones son estrategias de supervivencia: adaptaciones que su cerebro realizó hace mucho tiempo para protegerlos.
¿La buena noticia? Nada de esto significa que estés roto. Simplemente significa que llevas mucho tiempo cargando con algo pesado. Y con el apoyo adecuado, es totalmente posible aligerar la carga.
Cómo EMDR ayuda a los padres a sanar
1. Manera de sanar sin estancarse
Una de las cosas más poderosas que la terapia EMDR ofrece a los padres es una manera de sanar sin quedarse atascados en la historia. El trauma a menudo reside no solo en nuestros recuerdos, sino también en nuestros cuerpos: en el latido acelerado, la mandíbula apretada, los pensamientos desbocados que surgen en los momentos cotidianos de la crianza. La EMDR no te pide que hables sin parar sobre tu pasado. En cambio, ayuda a tu cerebro a terminar de procesar lo que una vez fue demasiado abrumador para que finalmente puedas sentir una sensación de plenitud.
2. Reduce la reactividad emocional
Para los padres, ese tipo de sanación puede cambiarles la vida. La EMDR ayuda a reducir la reactividad emocional , esa que convierte la leche derramada en una crisis o la rabieta de su hijo en un bloqueo total. Con el tiempo, muchos padres notan que no se sienten tan fácilmente afectados. Esto significa menos gritos, menos bloqueos y más espacio para responder en lugar de reaccionar, porque su sistema nervioso se siente más seguro y regulado. En otras palabras, la EMDR no solo cambia cómo piensas, sino cómo te sientes en el momento.
3. Conexión recuperada
Muchos padres también reportan sentirse más conectados con sus hijos después de la EMDR. Cuando la niebla de viejos traumas se disipa, es más fácil estar presente: ver a su hijo tal como es, no a través de la lente del miedo o la vergüenza del pasado. Podrían descubrir que disfrutan del juego en lugar de prepararse para el desastre, o que establecen límites con confianza en lugar de culpa. Estos cambios pueden parecer sutiles al principio, pero crean un efecto dominó que transforma la dinámica familiar.
La EMDR no borra el pasado, pero ayuda a suavizar su influencia. Empodera a los padres a mostrarse con mayor flexibilidad emocional, más paciencia y más compasión, tanto por sus hijos como por sí mismos. Esa es la esencia de la sanación: no solo sobrevivir a la paternidad, sino prosperar en ella.
Cómo se ve EMDR en la práctica
Si nunca has probado la EMDR, puede resultar un poco misteriosa, incluso intimidante. Pero lo cierto es que las sesiones de EMDR son sólidas, estructuradas y siempre se adaptan a tu ritmo. No se trata de que te presionen para revivir tu trauma; se trata de crear un espacio seguro para cambiar con suavidad la forma en que tu mente y tu cuerpo se aferran a esas experiencias dolorosas.
Un proceso típico de EMDR se desarrolla en ocho fases, pero no dejes que esta cifra te abrume, indican los profesionales de Canvis. Las primeras sesiones se centran en conocerte , comprender tu historia y generar confianza con tu terapeuta. Juntos, hablarán sobre los desafíos que enfrentas como padres, cómo las experiencias pasadas pueden estar afectando tu presente y qué objetivos esperas alcanzar. En esta fase, tu terapeuta también te ayudará a desarrollar recursos y herramientas de conexión a tierra, para que nunca te sumerjas en el trauma sin un salvavidas.
Una vez que te sientas seguro y preparado, comienza la fase de desensibilización. Aquí es donde entra en acción el proceso EMDR. Mientras te concentras en un recuerdo o patrón emocional específico, tu terapeuta te guiará mediante una forma de estimulación bilateral , a menudo mediante movimientos oculares, golpecitos o tonos alternados. Puede parecer inusual, pero esta estimulación rítmica ayuda a tu cerebro a procesar y reorganizar el recuerdo de una manera más adaptativa y menos angustiosa.
¿Cómo se siente eso en el momento? Mucha gente lo describe como ver una película mental que cambia gradualmente. Puedes empezar con emociones intensas, pero a medida que avanza la sesión, podrías notar que esos sentimientos se suavizan o que el recuerdo se vuelve más distante. Algunas personas se emocionan durante la sesión; otras sienten alivio o comprensión después. Tu terapeuta te acompaña en cada paso del proceso, ayudándote a mantenerte equilibrado y centrado.
¿Y lo mejor? Siempre tienes el control. EMDR se adapta a tu ritmo. Si algo se siente demasiado profundo o demasiado crudo, tu terapeuta se adaptará. Esto es especialmente importante para los padres, quienes a menudo compaginan la sanación emocional con el cuidado de los niños, el trabajo y la vida diaria. Muchos terapeutas también ofrecen EMDR virtual , lo que puede hacer que la terapia sea más accesible para los cuidadores ocupados.
En definitiva, EMDR no es una varita mágica, pero sí un proceso poderoso y bien fundamentado que puede conducir a un cambio profundo y duradero. Y cuando se carga con el peso del trauma mientras se crían hijos, ese tipo de sanación puede ser verdaderamente transformadora.
¿Es EMDR adecuado para ti como padre?
Si estás leyendo esto y piensas: «No estoy seguro de si mis experiencias son lo suficientemente graves como para considerarse un trauma», haz una pausa, respira hondo y recuerda esto: el trauma no se trata solo de lo que te sucedió. Se trata de cómo lo experimentó tu sistema nervioso . Si tu cuerpo sigue reaccionando como si estuvieras en peligro (estallando, bloqueándose, sobreprotegiendo o sintiéndote insensible), entonces tu historia es válida. Y mereces sanar.
La EMDR podría ser adecuada para ti si te encuentras criando a tu hijo de maneras que no se alinean con quien quieres ser. Quizás reaccionas exageradamente a las emociones de tu hijo o te bloqueas cuando surge un conflicto. Quizás te sientes crónicamente abrumado, avergonzado o agotado, incluso cuando todo está objetivamente «bien». O tal vez te atormentan eventos pasados, recientes o lejanos, que aún influyen en tu vida diaria.
Los padres que se benefician de EMDR a menudo describen patrones como:
- Sentirse constantemente nervioso, incluso durante los momentos de tranquilidad.
- Culpa o vergüenza que se siente desproporcionada a la situación.
- Evitación de la intimidad, el conflicto o la vulnerabilidad emocional.
- Dificultad para confiar en sí mismos o en los demás.
- Sentir que están criando desde el miedo y no desde la confianza.
Pero la verdad es esta: no necesitas alcanzar un cierto umbral de sufrimiento para merecer apoyo. No tienes que esperar a que las cosas se desmoronen para buscar ayuda. La EMDR es igual de efectiva para quienes cargan con el peso de traumas con T minúscula: los estresores crónicos, las heridas del apego y el duelo sin resolver que tan a menudo surgen en la crianza.
Sanar no se trata de ser un padre o madre perfecto/a. Se trata de ser más presente, tener más recursos y ser más autocompasivo/a. Si has notado que tu pasado sigue interfiriendo en tu presente y estás listo/a para sentirte más arraigado/a, receptivo/a y conectado/a, la EMDR podría ser un poderoso siguiente paso en tu camino.
Ser padres es difícil, incluso en las mejores circunstancias. Pero cuando cargas con el peso de traumas pasados, puedes sentir que intentas cuidar a otros sin energía. La buena noticia es que sanar es posible. La terapia EMDR ofrece una poderosa vía para desentrañar el pasado y así poder responder a tus hijos, y a ti mismo, con más calma, claridad y compasión.
No tienes que seguir criando a tus hijos desde una perspectiva de supervivencia. Con el apoyo adecuado, puedes alcanzar una versión de ti mismo que te haga sentir más seguro, más arraigado y más presente. Esa sanación no solo te beneficia a ti, sino que repercute en tu familia, creando un espacio para la conexión y el crecimiento en ambas partes de la relación.
Eres digno de esa paz. Y nunca es tarde para empezar.




