El acero inoxidable se ha convertido en el material por excelencia dentro del mobiliario de hostelería, y aunque pueda parecer una elección meramente estética, lo cierto es que existen múltiples curiosidades y razones que explican por qué este material reina en cocinas profesionales, barras de restaurantes, mesas de trabajo y prácticamente en todo el equipamiento del sector. No se trata de una moda pasajera, sino del resultado de décadas de experiencia en las que la hostelería ha ido perfeccionando sus estándares de higiene, resistencia y funcionalidad.
Una de las primeras curiosidades es que el acero inoxidable no fue creado inicialmente para la hostelería, sino para aplicaciones militares e industriales. A principios del siglo XX se buscaba un metal resistente a la corrosión para fabricar armas y piezas de maquinaria, y fue entonces cuando se descubrió la aleación de hierro con cromo que hoy conocemos. Su capacidad de resistir la oxidación lo convirtió rápidamente en un material deseado en industrias exigentes, y pronto dio el salto a la cocina profesional, donde la humedad y el calor son constantes. Es curioso pensar que lo que nació en un contexto bélico terminó siendo esencial en algo tan cotidiano como preparar alimentos.
Otra razón por la que se ha impuesto en el sector hostelero tiene que ver con la higiene, puesto que el acero inoxidable es un material no poroso, lo que significa que las bacterias y microorganismos no encuentran fisuras donde alojarse. Esto resulta fundamental en lugares donde se manipulan alimentos, ya que garantiza un entorno más seguro y fácil de limpiar. Basta un paño húmedo o un producto desinfectante para dejar la superficie impecable, algo que sería mucho más complicado con otros materiales como la madera o el hierro pintado. Esta facilidad de limpieza no solo responde a una necesidad práctica, sino también a exigencias legales, ya que la normativa sanitaria obliga a los restaurantes y bares a mantener unos estándares muy altos de higiene.
La resistencia es otra de las cualidades que convierten al acero inoxidable en protagonista del mobiliario hostelero. A diferencia de otros materiales, soporta sin deformarse el peso de ollas pesadas, el impacto de utensilios y el uso constante propio de una cocina profesional. Además, tolera temperaturas extremas, tanto el calor directo como el frío intenso de las cámaras. Es interesante observar que el mismo material puede estar presente en un horno industrial y en una mesa de preparación en la que se trabaja con ingredientes recién salidos del frigorífico, y en ambos casos mantiene sus propiedades intactas.
Un detalle llamativo es que el acero inoxidable no es un único tipo de material, sino que existen diferentes calidades y acabados que se adaptan a distintas necesidades. Algunos incluyen más níquel o molibdeno para resistir ambientes muy húmedos o incluso salinos, como los que se dan en cocinas cercanas al mar. Otros se fabrican con acabados mate, satinado o pulido espejo según se busque resistencia a las marcas de uso o un aspecto más elegante de cara al público. Esta versatilidad hace que el acero inoxidable no solo sea funcional, sino también estético, pudiendo integrarse en ambientes modernos o clásicos con la misma eficacia.
También es digno de mencionar el aspecto sostenible del acero inoxidable, dado que, aunque pueda parecer un material frío e industrial, en realidad es totalmente reciclable. La mayor parte del mobiliario fabricado hoy incluye acero que ya ha sido reutilizado de otros productos. De este modo, un mostrador de un restaurante puede llevar consigo la historia de haber sido, en otra vida, parte de un electrodoméstico o de una pieza industrial. Esta capacidad de ser reciclado infinitas veces sin perder calidad lo convierte en un material muy valorado en una época en la que la sostenibilidad ocupa un lugar central en todas las industrias.
Finalmente, otra cuestión interesante se encuentra en su durabilidad y, en este sentido, los fabricantes de Danvimet nos cuentan que un mueble de acero inoxidable puede acompañar a un negocio hostelero durante décadas con apenas un mantenimiento básico. Mientras que otros materiales se deterioran con la humedad, se deforman o pierden su color, el acero inoxidable mantiene una apariencia prácticamente inalterable. Esto no solo es práctico, sino que transmite al cliente una sensación de limpieza y modernidad, cualidades que resultan muy atractivas en cualquier bar o restaurante.
¿Qué materiales están prohibidos en las cocinas industriales?
En las cocinas industriales existen materiales que, por motivos de higiene, seguridad alimentaria y durabilidad, están prohibidos o muy restringidos. La normativa europea (Reglamento CE 852/2004 sobre higiene de los productos alimenticios) y su adaptación en cada país, como en España, establece que todo lo que esté en contacto con alimentos debe ser inocuo, fácil de limpiar y resistente a la corrosión. Eso deja fuera varios materiales habituales en entornos domésticos, pero no aptos en la hostelería profesional.
Por ejemplo, la madera está prohibida en la mayor parte de las superficies de trabajo, mesas, estanterías o utensilios de corte. El motivo es que es porosa y puede absorber humedad, grasas o restos de alimentos, lo que la convierte en un foco de bacterias y hongos. Solo en usos muy concretos, como tablas de cortar de determinadas maderas tratadas y homologadas, se permite, y siempre bajo un mantenimiento estricto.
El hierro sin recubrimiento y el acero al carbono tampoco pueden emplearse en contacto con alimentos, porque se oxidan fácilmente, generan óxido y transmiten sabores metálicos. Lo mismo ocurre con el cobre y el latón cuando no tienen un recubrimiento adecuado: la acidez de los alimentos puede hacer que liberen compuestos tóxicos, como sales de cobre.
Otro material inadecuado es el plástico poroso o de baja calidad, como el PVC reciclado o plásticos que no están certificados como “apto para uso alimentario”. Estos pueden liberar compuestos químicos al calentarse o agrietarse con el tiempo, convirtiéndose en un riesgo sanitario. Se permiten plásticos específicos como el polietileno o el polipropileno, pero siempre con homologación alimentaria.




